Fue cochero, futbolista, administrador, vulcanizador, mecánico y taxista. Y -como si fuera poco- en sus tiempos libres se arrancaba nada menos que a remar, ofreciéndose gratuitamente a los pescadores cuando entrar al mar era toda una odisea. Todo ello, escondido de sus padres, quienes le tenían prohibido navegar porque no sabía nadar.
Estamos hablando de Sergio Pacheco Arzola, uno de los hijos del matrimonio Pacheco Arzola. Nació en febrero de 1922. Se casó ya maduro con Marta Urzúa Quezada con la cual tuvo siete hijos. Dos mujeres y cinco varones.
A muy temprana edad se inició en el trabajo en la empresa familiar de carruajes, junto a sus hermanos en el servicio turístico en temporada veraniega. Tras un paréntesis para cumplir con el servicio militar, ingresa a trabajar en la Hacienda San Antonio de Petrel, propiedad en esos años del Dr. Eugenio Suárez Herreros, ganándose rápidamente su confianza llegando a desempeñarse en corto tiempo como Llavero responsable de la planta ubicada en Los Robles, que era el centro de operaciones más importante de esa extensa Hacienda, de alta actividad y productividad de muchos productos agrícolas y ganadera de la zona.
Pese a estar bien conceptuado, Sergio Pacheco decide hacia finales de los ’50 instalarse en Pichilemu -en la propiedad de sus padres, en Ángel Gaete, a pasos del edificio municipal- con un Taller de Vulcanización. Y es el propio dueño de la Hacienda quien lo alienta y respalda en ese paso, que fue muy auspicioso por cuanto no existía ese servicio -sobre todo en verano- y era común -como lo sigue haciendo hasta el día de hoy, la ocurrencia de “pinchazos”. Más adelante agregó el servicio de carga de baterías, de mecánica y de taxi al adquirir un automóvil.
Primero fue un Pontiac, año 1947, de dos puertas, de color gris, para pasar años más tarde a un Chevrolet del año ’51 de cuatro puertas, negro, el que trabajó hasta finales de los años ’70, donde lo fotografiamos junto a coches y carretones, a la espera de la llegada del tren.
Este auto, lo trabajó durante tres años consecutivos -de los 15 a los 18 años- su sobrino Manuel Pacheco Vargas, quien de esa manera -por una parte- permitía a su tío Sergio dedicarse más fuertemente a la vulcanización y a la mecánica. Y, él, a su vez, ayudarse en sus estudios en el Liceo de San Fernando. Esa experiencia y peripecias -sobre ruedas- ya la publicaremos próximamente.
En tanto don Sergio, seguía trabajándolo en el resto del año, de llamado, pues en el Taller de Vulcanización y Mecánica siempre había algo que hacer o seguir sacando “pannes”.
Don Sergio, trasladaría su Taller junto a su hogar en José Joaquín Aguirre esquina de Manuel Rodríguez, donde sus hijos siguieron adelante con el Taller, el que fue agregando a sus hijos Bruno -el mayor- y a dos más, entre ellos Héctor Luis, quien se quedó con la Vulcanización hasta hoy y donde, junto con atender solícitamente a su vasta clientela, se da el tiempo para dedicarse a la pintura con originales obras (con los clavos que saca de los neumáticos. Ver Nota aparte dedicada en categoría Cultura).
Vulcanizador, mecánico y taxista
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