¿A quién no le gustan los helados? Hoy en día se fabrican hasta “helados veganos”, sin azúcar, sin lactosa. ¡En fin, para todos los gustos!
Más aún, se consumen durante todo el año con una amplia variedad de sabores en el mercado. Incluso, según sea el lugar en donde esté ubicada la heladería, como en San Pedro de Atacama, donde vimos una amplia carta de helados, algunos de los cuales probamos …
Si hasta un dicho hay desde que tenemos memoria: “Se (me) hacen agua los helados …”, claro que, generalmente se aplica con otra connotación …
Volvamos a comer helados. En nuestra comuna, éstos aparecían cada 30 de noviembre en la festividad de “San Andrés Apóstol” a través de comerciantes de otras ciudades. Y, hacia los finales de los años ’40, llega un comerciante -que tras aparecer cada 30 de noviembre por Pichilemu- decide establecerse. Don Guillermo Hernández Castro, de la localidad de Alcones (Marchigue) se instala en el popular sector de El Bajo, ahí en la calle Camilo Henríquez. Llegó a tener una propiedad donde tenía Almacén (Tropezón) y Residencial (Argentina).
Y, como si fuera poco, para entretenerse preparaba helados artesanales que, salía a vender él mismo junto a un carro por las calles. Y, cuando sus hijos varones estaban más grandes, ayudaban en esa tarea. Y, como el hielo era fundamental para mantener refrigerados alimentos y bebidas, se constituyó en distribuidor de Hielo, el que le era despachado por una fábrica y se lo enviaba vía ferrocarril.
Casi en esos mismos años, había empezado Luis Pavez Ortiz. Y, el año ’51, desde Santiago aparece otro comerciante que junto con instalarse con la primera Fuente de Soda y con franquicia de Café Caribe, y, adicionalmente con helados, preparados en forma exclusiva para sus clientes.
Fue Luis Pavez Ortíz quien, con ese rubro se consolidó con maquinaria más moderna en el local ubicado en la esquina de Aníbal Pinto esquina de Ángel Gaete (donde hoy está la Amasandería “La Lela”).
Después de un tiempo allí, se cambió a un local más grande, en la esquina de Avenida Ortúzar con Aníbal Pinto (donde hoy está el edificio “Fernando Pavez”); hasta trasladarse definitivamente hasta Ángel Gaete donde -paralelamente- construía una Residencial (“San Luis”) que trabajaba su esposa María Morales, y local para su Fábrica de Helados, con varios sabores a granel (barquillos) y otras líneas, tanto de agua como de leche, cremas y chocolates.
Llegó a tener a decenas de niños que salían a vender a la playa y calles del pueblo; hasta que -en los años ’80- se dedicó junto a su esposa e hijos a trabajar exclusivamente su residencial, la que hoy trabaja su única hija, aparte que su hijo mayor construyó un hotel.
Y, para no ser injusto, debemos agregar un cuarto heladero: Camilo González González, quien por años se dedicó a fabricar helados, hasta derivar al rubro abarrotes. Y finalmente, terminado este negocio en los años ’70, abrió un Taller de Mueblería el que aún trabaja en el sector de Infiernillo.
Helados artesanales y heladeros
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