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Desde los tiempos más antiguos, negocios que tuvieran de todo, se le llamaba “pulpería” -como las que funcionaban en las Oficinas Salitreras- donde había “de un cuanto hay”, como en los actuales supermercados. Claro a menor escala, pero era posible encontrar de todo para el hogar y faenas laborales.

Si nos remontamos más al pasado, eran como aquellos vendedores que recorrían pueblo por pueblo en su caballo y mulares cargados con mercaderías. O, como aquellos vendedores en carromatos de las películas.

Pero, ya en proceso de asentamiento humano y urbano -en nuestra comuna- los primeros locales que se recuerdan de antaño son el Almacén de don Lorenzo Arraño (“El almacén de mi tío Lorenzo”, novela corta del sacerdote jesuita pichilemino, Alberto Arraño Acevedo).
Funcionaba en la esquina nor-oriente de Avenida Ortúzar con O’Higgins, donde luego funcionó la Residencial “Buenos Aires”.

En un paréntesis, recordaremos a “Don Leuta” (Eleuterio) cuyos apellidos no logramos hasta ahora. Y don Tomás Aquino “Quino” Cornejo (hermano de la señora Dolores “Lolo”, Evarista, y don Agustín “Cuchito”), quienes también eran comerciantes ambulantes que -con sus alforjas con mercaderías a sus espaldas- recorrían a pie las calles del pueblo ofreciendo sus productos.

Otra pulpería mayor, estaba situada en Av. La Concepción N°75, frente a las casas patronales de la Hacienda San Antonio. Se trataba de la Pulpería de don Serafín López y Clemencia Galarce; negocio que -a la muerte de ellos- siguió trabajando -como “Almacén”- uno de sus hijos: Waldo López Galarce, lo que hizo hasta la mitad de los años ’60, cuando emigró a San Bernardo junto a su familia.

Una muchachita del barrio “El Bajo” muchas veces fue a comprar -enviada por sus padres- y al hacer recuerdos, nos señaló: “Lo más impresionante para mí, a mi corta edad, eran sus grandes estanterías hasta el techo, llenas de mercaderías, pero perfectamente ordenadas. En un lugar los géneros, zapatos, ollas, herramientas, abarrotes, cigarrillos, cosas de costuras: hilos, agujas, etcétera. Cereales por kilos, harinilla, maíz, trigo. Cajones de azúcar, hierba mate, tambores de aceite. Era muy lindo. Y, como no mencionar las hileras de frascos de vidrios llenos de dulces, caramelos, pastillas Pololeo, calugas. Y estaba don Waldo, la señora Clemencia ya de edad y muy enojona con su bastón. Recuerdo haber visto a uno o dos chiquillos dependientes. Miguel Lizana y otro más, pero no me recuerdo de su nombre …”.

La señora Susana Morales de Guajardo fue dueña de otro surtido Almacén “El Sol” en Av. Ortúzar esquina de la actual calle Primer Centenario. Paralelamente, era dueña del Hotel Comercio que seguía a continuación de su propiedad (hoy se han habilitado locales comerciales, en tanto desapareció el Hotel y Residencial que continuó por unos años a cargo de una de sus hijas).

En la calle Arturo Prat (actual Primer Centenario), en la propiedad de la familia Navarro, donde funcionaba la Residencial “El Peral”, en el local a la calle funcionó el Emporio “San Enrique” de doña Marina López Galarce. Años más tarde, se trasladó a un local más amplio a la calle Chacabuco (actual Dionisio Acevedo), casi al llegar a la calle Santa María.

En el sector El Llano, por varias décadas, funcionó el Almacén del matrimonio de don Mariano Fuenzalida Márquez y Norberta López Galarce, en la esquina sur-poniente de la calle Manuel Bulnes y José Joaquín Prieto.

Otros negocios que se recuerdan por su gran surtido de mercaderías son Almacén “La Ligua” del matrimonio de Carlos Catalán y Vitalia López Galarce; en la calle Aníbal Pinto, donde hoy se emplaza un moderno Salón de Té frente a una Zapatería y Galería Comercial.

En la misma calle, en la esquina con la calle Ángel Gaete funcionó una Quinta de Recreo (*1) y un surtido Almacén, ambos del matrimonio de Alejandro Leiva y Ernestina Becerra. Al enviudar, Leiva Pozo se casó en segundas nupcias con Eliana Urzúa Quezada. El Almacén funcionó por un tiempo en donde hoy está el Café “Estación”, a la par que, la Quinta de Recreo desapareció para dar espacio al Hotel (*2).

(*1) y (*2): Tanto la Quinta de Recreo “El Rancho”, como el Hotel “Claris” será tratado en una futura entrega.

Nota: Lo anterior, no significa que estos locales y establecimientos fueron los únicos. Muy por el contrario, a la par que unos fueron cerrando sus puertas, o transformando en otros giros, fueron surgiendo otros que tendrán su mención más adelante.