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La laguna de Petrel es uno de los seis cuerpos de agua -aparte de las lagunas El Barro y El Ancho (ex El Vadillo) y El Bajel- que tuvo Pichilemu en su momento (1872), y que prevalece hasta ahora.

Paralelamente, al constituirse Pichilemu en una comuna -según la Ley de Comuna Autónoma, el 22 de diciembre de 1891- y el crecimiento urbano que empieza a experimentar -a partir de la compra de 22 cuadras que realiza Daniel Ortúzar Cuevas- y la irrupción de quien a la postre se transforma en el impulsor del balneario, Agustín Ross Edwards, a la par de la nombradía que empieza a tener el balneario, surge el “ojo emprendedor” de algunos pichileminos.

Es así, como la laguna de Petrel -entre otros lugares- se constituye en un foco de atracción y, surge la actividad de paseos en botes, donde en cada temporada se construyen pequeños muelles de maderas y/o embarcaderos para quienes querían disfrutar de paseos en botes “colectivos” -con remeros e incluso con un “timonero”- hasta un lugar determinado; u arriendo de botes más pequeños donde los mismos pasajeros tenían que remar en una modalidad por hora de tiempo.

Es entre las décadas del ’40 al ’70 que el auge de paseo público y popular tiene la laguna de Petrel, preferido por la juventud, donde a veces, era posible ver simultáneamente a más de una decena de botes surcando sus aguas.

El principal botero -por años- fue don Efraín Arraño Córdova, quien poseía la mayor cantidad de botes y donde sus hijos le ayudaban en el arriendo o a remar. Estuvo por décadas en esa actividad …

Tras establecerse en Pichilemu los hermanos Evaristo, Francisco y Ernesto Vásquez Sanhueza -que provenían de Lebu y naufragaron frente a Pichilemu- Evaristo logró poco a poco hacerse de botes que arrendaba a los pichileminos y veraneantes.

En muchas ocasiones, la laguna de Petrel fue escenario de celebraciones. Partiendo en orden, la Noche Veneciana -en algunas ocasiones- lograba concitar gran interés de los veraneantes, dependiendo del entusiasmo de los simpatizantes de las candidatas a reina de la Semana Pichilemina, quienes arrendaban botes y los ornamentaban para el paseo de su candidata.

También -según nos informó Evaristo Vásquez Calderón- por varios años fue tradicional un paseo del personal de Carabineros con sus familiares a la Isla, para el 27 de abril, donde realizaban un asado de camaradería durante la tarde. Ello, significaba varios viajes para trasladar a los diferentes grupos y, casi cayendo el sol, otros tantos viajes para ir a buscarlos, tarea que -dijo- les tocó varias veces junto a sus hermanos mayores.

Igualmente, en algunas ocasiones la Fiesta de San Pedro y San Pablo cobraba especial convocatoria de files, pues luego del oficio de una misa a las orillas de la laguna, se hacía un paseo con la imagen de San Pedro y algunos botes eran adornados, donde se disponían gratuitamente de los botes para quienes quisieran ser parte del paseo.

Hacia finales de los ’60 fueron paulatinamente emitiéndose restricciones para cada una de las actividades en la laguna; pesca (que era pródiga en cachambas), el baño y la boga por la contaminación creciente, producto de desagües de aguas servidas; restricción que aún está vigente, pese a que -desde veinte años- está operando una Planta de Tratamiento de Aguas Servidas, PTAS, y que está terminantemente prohibido verter aguas servidas en el lugar.